viernes, 11 de abril de 2008

Los bienes públicos

Hay algunos bienes cuyo suministro no varía por el hecho de que una o muchas personas los estén consumiendo; por ejemplo, las emisiones de TV por ondas aéreas: sea cual sea la cantidad de receptores que tengan sintonizada una emisora, cualquier otro podrá sintonizarla también sin que haya ninguna pérdida de calidad. No hay por tanto rivalidad en su consumo y el aumento de la audiencia no implicará nunca un aumento de los costes de producción y emisión de programas. Además, cuando las emisiones de TV son sin codificar, no es posible impedir a nadie que las reciba en su casa. Ambas características, la no rivalidad en el consumo y la imposibilidad de exclusión son las que definen a los bienes públicos.

Conviene por tanto evitar la confusión entre los bienes públicos y los bienes de titularidad pública. Estos últimos son todas las propiedades del Estado; los bienes públicos puede que sean servidos por el Estado y puede que no.

Los bienes públicos pueden ser opcionales o no opcionales. Las emisiones de TV son opcionales ya que la decisión de sintonizar o no la emisora es potestativa del consumidor. La defensa nacional en cambio es un bien público no opcional ya que inevitablemente se proporciona la misma cantidad de ella a todos los ciudadanos del país, sea cual sea su interés en ser defendidos.

Algunos bienes públicos no presentan claramente las características que requeríamos en su definición, son los llamados bienes públicos impuros. La educación es el ejemplo más habitual. En principio, el hecho de que asista un alumno más a las clases en nuestra Facultad no provoca que la cantidad de educación percibida por los demás disminuya por lo que no parece que haya rivalidad en el consumo, pero lo que es cierto para un sólo individuo no se cumple para un número más elevado; una Universidad masificada y una clase abarrotada implican una disminución evidente de la calidad de la enseñanza. Otra característica de la educación es que, aunque toda la sociedad se beneficia de las mejoras en el sistema educativo y del aumento de la cualificación de los profesionales del país, algunos individuos se benefician más que otros: los propios receptores de la educación, sus familiares, sus empleadores.

Si se dejara exclusivamente a la iniciativa privada la provisión de los bienes públicos, estos serían ofrecidos en una cantidad muy inferior a la socialmente eficiente. Como la producción de esos bienes tiene un coste, pero no puede excluirse a nadie de su uso aunque no hayan pagado por ellos, la iniciativa privada no podría percibir los ingresos necesarios para compensar la producción. La intervención del Estado, bien encargándose directamente de la producción, bien subvencionando a empresas privadas, es la solución que puede garantizar el suministro suficiente de bienes públicos. Pero esa intervención plantea dos problemas: determinar cuál es la provisión óptima, en qué cantidad deben ser suministrados, y determinar sobre quién deben repercutir los costes y en qué cuantía.
Supongamos que se está planeando la construcción de una presa en el cauce de un río. Muchas personas se beneficiarán con ello en diferentes formas: los campesinos que podrán utilizar las aguas del pantano para regadío, la empresa hidroeléctrica que explotará su capacidad energética, los habitantes de los pueblos que reciben protección ante las crecidas del río, los que acudirán a las instalaciones deportivas de las orillas del pantano. Pero si se intenta que la presa sea costeada por los beneficiarios y en proporción al beneficio que van a obtener, aparecerán muchos parásitos o gorrones (free-riders) que no reconocerán estar interesados en su construcción para eludir el pago, confiando en que las aportaciones de los demás sean suficientes y poder así disfrutar del servicio sin tener que costearlo.
Es necesario que se revelen las verdaderas preferencias de los consumidores para poder estimar la cantidad óptima de bienes públicos que deben ser suministrados. Pero aunque los bienes vayan a suministrarse de forma gratuita, los consumidores estarán tentados de falsear sus preferencias, exagerándolas, para obtener con mayor probabilidad sus deseos. Si se realiza una encuesta para conocer los beneficios e inconvenientes que reportará la construcción gratuita de una carretera para un pueblo, los partidarios de su construcción declararán una previsión de beneficios muy superior a la real mientras que los posibles perjudicados exagerarán también el probable daño. Se han diseñado técnicas complejas que permiten descubrir las verdaderas preferencias aunque existen muchas dificultades para su aplicación práctica. Más realizables, aunque también muy sofisticadas matemáticamente, son las técnicas que permiten la asignación equitativa de los costes.

Derechos de Propiedad

El día sábado salí con unos amigos y amigas y fuimos a un “PUB” en Isidora, lugar pertinente para compartir un trago y una buena conversación. Mi sorpresa fue que al llegar, el garzón nos entregó la carta y junto a ella un breve pero claro discurso en el que señalaba como punto central que debíamos pedir TODO lo que fuéramos a tomar y/o comer pues ellos cerraban la cocina y el bar a la 1:00 de la mañana. Ante esto, pedimos una cerveza y algunas bebidas. No habíamos tomado ni una cosa ni la otra cuando varios muchachos de los que trabajaban allí, comenzaron a levantar las mesas, sillas y quitasoles que adornaban el lugar, como una clara señal de que debíamos irnos. Ante tal presión sicológica, decidimos unánimemente ir a otro lugar. Fuimos a Vitacura, en cuya avenida no había casi ningún lugar para estacionarse, ya fuese en la vereda, en la calle o algún estacionamiento privado. Finalmente, conseguimos en un lugar un poco alejado. El conductor realizó todas las maniobras para subir a una vereda, evadiendo diferentes letreros de las empresas que allí están instaladas. Posterior a ello apareció un hombre pequeño, obeso, bastante mayor y que llevaba una linterna y nos informó que él estaba a cargo de esa área.
A nuestro regreso, el conductor volvió a realizar las maniobras pertinentes y cuando estábamos ya en la calle, apareció nuestro cuidador. Vi que mi amigo extendió la mano y le entregó dos monedas de $500, a lo que este personaje respondió que no era propina lo que había que darle ya que él nos había cobrado $1500, lanzando al mismo tiempo las monedas por la ventana.

Claramente en el primer caso, los derechos de propiedad están claramente definidos y no había nada que decir. Sin embargo, en el segundo caso, los derechos de propiedad, ¿de quién son? ¿Son del cuidador o de la municipalidad o de las empresas que están ubicadas en el sector? Obviamente a partir de las 22:00 horas, los derechos de propiedad quedan en tierra de nadie y de allí la aparición de éste y otros personajes que nos obligan a pagar por un espacio y por un servicio que no es requerido, probablemente, amenazándonos con lo que le puede pasar algo nuestro auto. ¿Hay una falla de mercado cuando llega la noche o simplemente estos personajes surgen porque hay una necesidad de mercado no cubierta como lo es la seguridad ciudadana? Probablemente son ambas...